Ya lo hemos dicho: la Osteopatía no es un término que designa una enfermedad de los huesos, como la etimología podría hacerlo creer. Para Andrew Taylor Still, su creador, esa palabra expresa la noción de enfermedad, de perturbación de los tejidos y no la patología de los huesos.
La osteopatía es una ciencia biológico-médica de enfoque global, que se interesa en la entidad humana, es decir, el hombre total. Esta forma de medicina se basa sobre la buena armonía, el buen equilibrio y la buena movilidad de la arquitectura esquelética de sostén del cuerpo en el espacio.
Eso quiere decir que toda perturbación de una estructura (por ejemplo, una articulación) puede ser el origen de una disfunción y un factor causal o predisponente de la alteración de la salud; de ahí la persistencia de los trastornos. Todas las estructuras óseas y, por extensión, todos los tejidos del cuerpo, deben conservar intacta su movilidad para autorizar el buen funcionamiento de todas las funciones, asegurando interdependencia e interrelación de los distintos sistemas y componentes del organismo. Así llegamos a la noción de terreno.
Primer principio: la estructura gobierna la función
El término “estructura” significa construcción, constitución. Se trata de hecho de la manera según la cual las distintas partes del cuerppo humano, considerado como un conjunto, están dispuestas solidariamente una con respecto a las demás. Estas estructuras son descritas por la anatomía: huesos, músculos, fascias, órganos, vísceras, glándulas endócrinas o exócrinas, piel, etc.; la función designa la actividad de cada una de estas partes, función digestiva, función articular, sexual, respiratoria, etc. La fisiología es la ciencia que estudia el aspecto dinámico de la vida.
Cuando Still afirma que la estructura gobierna la función, él considera el cuerpo humano en su aspecto biomecánico, máquina muy perfeccionada, sólida y frágil al mismo tiempo. Si todas las piezas que la componen están bien en su lugar, bien móviles unas con respecto a las otras, bien lubricadas, bien alimentadas, pudiendo eliminar bien sus toxinas, el conjunto funciona perfectamente. Si una sola de las partes del cuerpo está perturbada en su estructura, ciertas manifestaciones van a aparecer como consecuencia, y estas manifestaciones son llamadas enfermedades. Tomemos un ejemplo: un esguince del tobillo. Empezamos por un edema, es decir, una leve hinchazón. En sus movimientos relativos, las estructuras del tobillo ya se han modificado. El astrágalo se va a encontrar bloqueado en posición extrema con respecto a la tibia y el peroné, los ligamentos estirados no pueden recuperar su largo normal, están inflamados y el edema provoca una compresión de los capilares: este conjunto lleva a una impotencia funcional del tobillo. Tenemos involucrados varios tejidos, los huesos, los ligamentos, la sangre, es decir, el conjunto de los líquidos del cuerpo y los músculos. Por supuesto, esta relación estructura-función se aplica a todos los elementos del cuerpo y las perturbaciones pueden abarcar tanto las funciones mecánicas como las motoras, sensitivas, orgánicas o psíquicas.
Segundo principio: la unidad del cuerpo
Otro ejemplo: una persona que tiene una compresión del nervio neumogástrico por fijación de su primera vértebra cervical va a tener sus funciones cardíacas y digestivas perturbadas y presenta una taquicardia, es decir, una frecuencia cardíaca aumentada. Su vesícula biliar es “perezosa” y, a la larga, va a acarrear una llitiasis, es decir, la aparición de cálculos.
Tercer principio: la vida es movimiento
En la naturaleza, todo se mueve, desde los electrones alrededor del núcleo del átomo hasta las placas tectónicas de la Tierra, los planetas o las galaxias. En el cuerpo, toda la anatomía, todo, está previsto en función del movimiento y de la movilidad de los distintos tejidos entre ellos. Todas las estructuras anatómicas, desde las más densas (los huesos), hasta las blandas (fascias, músculos) y fluídicas (sangre, líquido cefalorraquídeo) se encuentran en movimiento una con respecto a las otras. Estos movimientos son perfectamente coherentes, responden a leyes fundamentales de movilidad articular, de movilidad cráeno-sacral y visceral, y el osteópata los percibe perfectamente a través de sus manos.
Cuarto principio: la homeostasis
Es ésta la facultad que tiene el organismo de poder equilibrar sus constantes: tensión arterial, regulación térmica; secreción hormonal; defensa inmunitaria, etc.; y de poder autorrepararse; la homeostasis es la facultad de autocuración del organismo.
Still decía a sus alumnos:
“El mejor doctor es el que puede ayudar a la naturaleza a curarse ella misma. Pues bien, encuentren la lesión osteopática, corríjanla y dejen a la naturaleza hacer el resto”.
El no creía en la irreversibilidad de las enfermedades. Para él, normalizar la circulación permitía automáticamente a un tejido recuperar, recobrar su tamaño, su estructura y su función.
Eso explica alguna frases muy conocidas de Still:
“Busquen la causa, saquen la obstrucción, y dejen que el remedio de la naturaleza, la sangre arterial, sea el doctor”.
Otra cita:
“El cuerpo del hombre es el Drugstore de Dios y uno encuentra todos los líquidos, drogas, lubricantes, ácidos o antiácidos, y todos los remedios que le han parecido necesarios a la felicidad del hombre y su salud”.
En la mujer, un quiste ovárico funcional puede existir como consecuencia de una fijación en la tercera vértebra lumbar. Una normallización de ésta, si se encuentra lesionada, permite a este ovario recuperar su movilidad y su función; entonces el quiste desaparecerá progresivamente, pues no tendrá ya razón de ser.
Still escribe:
“Todos los profesionales inteligentes y honestos de todas las escuelas y todos los sistemas que intentaron aliviar a nuestra raza de la enfermedad y del sufrimiento, en la medida en que yo pueda saberlo, tuvieron la obligación de “adivinar” cómo debían proceder cuando entraban en el cuarto del enfermo, por no tener una doctrina para aplicar. Yo creo que hoy en día puedo decirles que soy plenamente capaz de ofrecerles un sistema filosófico más racional sobre lo que debería ser el primer objetivo del médico cuando lo llaman a reparar un barco que no puede hacerse a la mar por causa de la acumulación de caracoles y que otra vez colocaran en el astillero para ponerlo de nuevo en estado de navegar.
Creo que esta filosofía fortalecerá a los espíritus más fuertes, con la conclusión de que nuestro primer enfoque es el más sabio para combatir con éxito todas las enfermedades. Se trata, primero, de producir una inhibición de los nervios, de los linfáticos; luego, una reacción muscular, forzándolos a descargar su contenido patológico, y mantener esta descarga hasta que la regeneración sea absolutamente completa. Dejar los linfáticos en estado puro y sano y mantenerlos en este estado durante toda la evolución de la enfermedad.
Yo tengo, desde hace mucho tiempo, la opinión de que si pudiéramos impedir que las impurezas se acumularan en los linfáticos y evitar que éstos se sobrecarguen no llegaríamos a enfermedades tales como las del corazón, del cerebro, la locura…y todos los trastornos climáticos”.
¡Clarividencia asombrosa de Still, en una época en que, en Francia, el fisiologista Claude Bernard acababa apenas de sentar las bases fundamentales de la investigación científica; en que Bechamp, Pasteur introducían la teoría del microbio! Su doctrina podría parecerse a una herejía para quien no tenía, como él, una visión global sintética de la vida y de la fisiología del hombre.
Claude Bernard escribía:
“Cada ser vivo se nos aparece como provisto de una especie de fuerza interior que preside a manifestaciones vitales cada vez más independientes de las influencias cósmicas generales, a medida que el ser se eleva más en la escala de la organización…”
y concluyó al final de su vida con la famosa fórmula:
“El microbio no es nada, el terreno es todo”.
Con su concepto de las sustancias curativas del cuerpo, Still tuvo la intuición impresionante del principio de defensa o inmunidad natural, confirmado por los conocimientos adquiridos en las investigaciones más recientes en inmunología, biología y fisiología, que explican científicamente los presentimientos de Still, el precursor.
Quinto principio: la regla de la arteria absoluta
Cuando la circulación sanguínea se efectúa normalmente, la enfermedad no puede desarrollarse, pues nuestra sangre vehicula y transporta todos los elementos necesarios para asegurar la inmunidad natural y luchar contra las enfermedades. En otros términos, la función de la circulación arterial es fundamental. Su disminución conlleva una disminución de la capacidad de defensa de los tejidos que reciben una irrigación defectuosa y determina, en un primer tiempo, una alteración funcional que es reversible y curable; pero si tal estado persiste, interviene una destrucción de los tejidos, una esclerosis, una fibrosis que es irreversible e incurable. Y se instala una lesión orgánica y ya no una lesión funcional.
La lesión osteopática
¿Qué es una lesión osteopática? Es algo muy distinto de lo que se entiende por lesión en el lenguaje corriente: fractura, luxación, rotura, corte, etc.La lesión osteopática es tan real como las primeras, pero se ubica por debajo de un umbral crítico que corresponde al umbral de rotura de las fibras tisulares. Las alteraciones son funcionales: tenemos una modificación, una pérdida de movimiento que el osteópata percibe por test globales o localizados. Esta pérdida o disminución de movimientos constituye la lesión osteopática: una anomalía, sea por modifcación de posición de las piezas anatómicas, una con relación a las demás; sea por perturbación del movimiento, disminución de la movilidad de una articulación, de un órgano o de cualquier otra estructura.
Un fisiólogo norteamericano; el Dr. Irvin Korr, estableció las bases neurofisiológicas de la lesión osteopática, realizando experiencias durante 30 años, de 1944 a 1975, en el Colegio de Osteopátía y de Cirugía de Kirksville. Para él, la lesión osteopática se ubica sobre lo que llamó el segmento facilitado.
Segmento: porción de la médula espinal, que tiene bajo su control, por intermedio de un nervio raquídeo bilateral, vísceras o porciones de vísceras, territorios cutáneos, nerviosos, motores, sensitivos o viscerales, musculos, articulaciones, etc. Facilitado porque este segmento de la médula, eléctricamente, tiene un umbral de excitabilidad mucho más bajo que los demás. Así, cuando un estrés mecánico, infeccioso, psicoemocional, etc., alcanza a una persona, la manifestación del síntoma a nivel corporal se expresa preferentemente a nivel de este segmento facilitado. Este se ransforma en el sitio de un bombardeo contínuo de informaciones que lo estresan, llevándolo así a responder por una sobreactividad de su sistema nervioso simpático, el de la vigilancia, el de la respuesta a la agresión. Es un poco parecido a lo que pasa con la alergia y el sistema inmunitario. Por ejemplo, una persona se queja de tener fácilmente problemas digestivos, hepáticos, cuando es sometida a un estrés, un golpe psíquico, un cambio alimenticio o un cansancio. En realidad, su hígado depende del segmento medular de la décima vértebra dorsal que está restringida en su movimiento, provocando una facilitación a nivel del sistema nervioso. Otra persona puede expresarse en función de cualquier otro segmento facilitador. Cualquier estructura del cuerpo puede lesionarse. Si una vértebra cervical, consecutivamente aun golpe, gira hacia la derecha, vamos a observar que la cabeza del paciente puede girar sin demasiado problema hacia la derecha. En cambio, si la llevamos hacia la izquierda, provocaremos un dolor y encontraremos la imposibilidad de girarla en ese sentido. Esta limitación se llama barrera lesional.
Esta noción es muy importante, y daremos algunos ejemplos. Una lesión osteopática común es la fijación diafragmática del hígado. El hígado, que normalmente debe resbalar sobre el diafragma en un movimiento permanente de balanceo, se fija. Esta fijación conlleva rápidamente trastornos digestivos. Es lo que los pacientes llaman “tener el hígado frágil”. Imaginemos que una persona con ese tipo de lesión sea una fanática del jogging.
Presentará a menudo un dolor a nivel del costado derecho, una puntada sobre el costado. El origen de este dolor es la tracción hacia abajo que ejerce el hígado sobre esta fijación infradiafragmática cada vez que uno de los pies entra en contacto con el suelo. Pues solamente la puntada del costado izquierdo es fisiológica. Cuando corremos, se genera por la acción del bazo, que se contrae para mandar al organismo, en el momento que éste necesita más oxígeno en los músculos, la sangre que puso en reserva. Una lesión ósteo-articular a nivel vertebral o a nivel de una rodilla, por ejemplo, siempre se traduce por una pérdida de movilidad global o parcial de la articulación. Los que han tenido un lumbago lo saben muy bien. Tenemos una limitación de amplitud del movimiento o un bloqueo articular, pero no hay luxación, lo cual significaría un desplazamiento fuera de los límites fisiológicos de movilidad. Así, cuando los pacientes vienen a decirnos “se me corrió una vértebra” o “tengo una vértebra desplazada”, se equivocan, porque eso sería una lesión ortopédica y tal lesión no entra en el marco de la osteopatía. Podemos describir la lesión osteopática de la manera siguiente: cuando una articulación está agredida por un traumatismo directo o indirecto, o por informaciones equivocadas que vienen de elementos anatómicos lesionados y ubicados sobre el mismo segmento medular (la famosa reacción de facilitación), la articulación se cierra y mantiene este cierre por memoria lesional. En cierta forma es un exceso de “autodefensa” natural. Sabemos que si un traumatismo provoca una fractura vertebral, la única forma que el organismo tiene para mantener la fractura y evitar una lesión de la médula espinal que podría crear una parálisis grave, es crear una contención natural por fijación articular y contractural de los músculos. Pero en este caso, el organismo no diferencia entre traumatismo benigno y traumatismo grave. No podemos ver una lesión osteopática con una radiografía o a través de exámenes biológicos. Solamente se traduce por una modificación, en un primer tiempo, de las cantidades y calidades de movimiento de la estructura anatómica donde se ubica.
No tenemos alteración de los tejidos, sino solamente pérdida de movilidad. Así instalada, esta lesión evoluciona insidiosamente, discretamente o en forma infraclínica; a menudo no presenta hoy ningún signo. Muchas veces tendremos lo que en medicina clásica se llaman trastornos funcionales, por ejemplo cansancio, constipación, colitis (colon irritable), dificultad para concentrarse, cefaleas, aumento de la tensión arterial, dolores menstruales, tendencia a angustias, trastornos del sueño, etc. Otras veces, los signos son más potentes, más llamativos: tortícolis, migraña, lumbago. Eso permite detectar la presencia de la lesión, que si no es tratada, va a evolucionar fatalmente hacia una alteración de la estructura. En la medicina “oficial” se niega la existencia de la lesión osteopática porque no puede registrarse con máquinas o exámenes que no sean manuales.
Tomemos un ejemplo muy conocido, el de la formación de la artrosis. A nivel de una articulación, sea cual fuere, tenemos una alteración del movimiento, una lesión osteopática, una disminución de la movilidad articular. Empieza a instalarse el proceso de inflamación, aun sin que el paciente se entere, pero esta microinflamación, estos movimientos que no respetan las leyes de la biomecánica de la persona, provocan un trastorno a nivel del metabolismo del hueso y específicamente, de su mineralización. Sabemos que el tejido óseo se renueva en un 10% por año. Eso quiere decir que en 10 años hemos renovado la totalidad de nuestro tejido óseo.
En este proceso de renovación, el tejido óseo se desmineraliza y remineraliza constantemente. A menudo, nuestro organismo necesita en la sangre, para sus procesos biológicos, la presencia de un aumento de calcio. ¿Adónde va a procurarse este calcio? En la reserva natural que constituyen los huesos. Entonces (y eso es fisiológico), el hueso se descalcifica, desmineraliza por un tiempo, y si todo anda bien, volverá a mineralizarse sin problemas. En cambio, si a nivel de la articulación tenemos un proceso inflamatorio ocasionado por una lesión, la desminerallización se producirá muy bien, pero la remineralización tendrá problemas y el mineral no va a poder pasar la barrera de la lesión osteopática y se depositará en la periferia de la articulación.
Entonces tenemos la paradoja siguiente: se hipermineraliza la periferia de la articulación y se desmineraliza la articulación misma, al punto de destruirse completamente como en el caso de la articulación de la cadera o la rodilla. Llegados a tal grado de gravedad, la cirugía es inevitable. Sin tratamiento, la lesión osteopática evoluciona siempre hacia una alteración de la estructura. Una pérdida local de movilidad genera un edema y una inflamación, luego una fibrosis o una esclerosis y más adelante una destrucción tisular. Esta secuencia lesional adaptativa produce una irrigación menor local en los tejidos, a causa de contracturas musculares, de espamos viscerales o compresión vascular. El aporte energético, el drenaje de las toxinas, pero también toda posibillidad de aporte medicamentoso se volverá difícil pues los remedios tomados por vía general y transportados por la sangre van a tener una difusión fácil en el cuerpo, pero menor a nivel de esta lesión infravascularizada.
Fuente: Revista Osteopatía, N 2, Año 1